30 30

UNA PÁGINA QUE NO TRATA SOBRE NADA IMPORTANTE. Alemania 2006 ha terminando y me queda la sensación de que los cuatro años que faltan para Sudáfrica 2010 son una excusa para vivir la vida. Habrá que hacer algo mientras tanto, hasta que comience la Libertadores, la Champions, la Eurocopa, la Copa America o cualquier torneo que me haga olvidar el insoportable estribillo "Perú Campeón" y el chauvinista "Te Amo Perú" sudado e impreso en el esmirriado pecho del Chorri Palacios.

julio 27, 2006

¡¡ Oigame, bájame ese dedo !!

Cuando era niño me salió un uñero. Tenía seis años, y nunca me había salido uno. Por aquellos años, yo era un novato en las lides del dolor y solo atine a llorar y gritar hasta que llegara mi mamá. "Tranquilo hijito" dijo aquella señora que dice ser mi progenitora, "hay doctores que son especialista en curar uñeros".

Aquel fue uno de mis grandes descubrimientos de niñez: existen hombres tan fanáticos de los pies y los cortauñas, como yo lo era de las figuritas de mis álbumes Navarrete (o sea, que mientras yo intentaba completar la página de la selección holandesa, esos señores buscaban todos los tipos de pie de atleta).

Antes de cruzar el umbral del consultorio, durante todo ese tiempo imagine que los podólogos eran hombres con adultos serios, con nariz de champiñón y aliento a pezuña. Pero el que me atendió, era todo lo contrario: era mujer, bonita y muy sonriente, sobre todo cuando mi mamá le pagó con el fajo de billetes (eran los locos ochentas, en esa época se pagaba con Intis).

Claro que dentro del consultorio la cosa era distinta y la asistenta de la amable doctora no parecía muy feliz de enfrentarse a mis novatos pies, con mi uñero haciéndome doler el dedo gordo. Probablemente los míos no eran los primeros descalzos con los que se había cruzado en el día, y sentí pena al imaginarla dedicando su vida a examinar pies malolientes, hongos, uñeros, juanetes y todas esas porquerías que nos salen por caminar y no cambiarnos de medias.

Entonces pensé: ¿Qué carajo puede tener en la cabeza un ser humano para estudiar podología? ¿Se imagina pasar la vida entera oliendo pies cochinos y diciéndole a la gente: "use tijera, no cortauñas"?

A lo largo y ancho de mi vida, he conocido a los aficionados de los placeres más extravagantes y oscuros. Pero podría jurar que nunca me he cruzado con un admirador confeso de los problemas ortopédicos, con un apasionando artesano de plantillas para zapatos, ni mucho menos con un estudioso incurable del pie de atleta. ¿Ustedes sí? ¿De donde diablos salen? Y no es que tenga nada contra los podólogos, a quienes agradezco su encomiable trabajo con mi uñero.

Sin embargo, a diferencia de la podología, en el mundo de lo sobrenatural existen otros trabajos paranoicamente más desagradables., aunque usted no lo crea, de Ripley y de Saga Falabella.

Según los expertos, a partir de los 40 es recomendable visitar una vez al año al proctólogo. Es decir, que cada vez que el mundo completa otra vuelta alrededor del sol, debemos bajarnos los pantalones, dejar que nos metan el dedo al culo, que lo muevan y que para colmo nos cobren (sin contar la cortesía obligada de agradece la consulta y estrecharle la mano).

A diferencia de las metafóricas similitudes entre la proctología y la política nacional, dudo que podamos encontrar algo de metafórico en une examen prostático: cuando hablo de un dedo en el culo, es porque te lo meten en el culo.

Para el proctólogo no es que el asunto pinte de las mil maravillas, porque algún día llegara a la inevitable conclusión de que su vida se encuentra sumergida, literalmente, en la mierda.

Claro que el tema podría ser mucho peor. ¿Se imaginan tener de proctólogo de cabecera a Bruce Banner y que de pronto, en plena ausculsión (dícese de su dedo en nuestro culo) se transforme en Hulk, con todas las implicancias negativas que eso significa para nuestro colon?

Pero para qué ser tan trágicos. Supongamos que luego de ponernos un curita y dos pomaditas de ungüento, las heridas llegan a sanar y que milagrosamente sobrevivimos de aquel encuentro cercano con el dedo mutante del superhéroe. Y agotados de tanto pujar, vamos a casa, y apenas abrimos la puerta la mujer de nuestras vidas, la luz de nuestros ojos, la brújula de nuestro camino salta a nuestros brazos y nos da un beso:

- Hola amor de mi vida ¿qué tal te fue en tu cita con el doctor?
- Mal caramelito. ¿Adivina? Hulk era mi proctólogo y me metió su dedo verde y gordo al culo
- Pobrecito mi amorcito.
- No te preocupes caramelito, aun sigo con vida. ¿Qué tal te fue a ti en el trabajo?
- Bien mi amor, hoy vi muchos penes.
- ...
- Calma mi amorcito, ninguno era mejor que el tuyo amor. Grrr!!!
- Por eso te amo tanto mi caramelito.

Lo que faltaba... ¡¡una esposa URÓLOGA!!. Y como si lidiar con fanáticos de los pies y aficionados al recto no fuera suficiente ¿pueden concebir tener que enfrentarse a la extraterrestre situación de tener como esposa a una mujer que sabe más de penes que uno mismo? Y no es que sea machista. Celebro el derecho femenino de ser profesionales de éxito, en cualquier área de la vida. Pero creo que se me haría complicado tener en casa a una esposa que dedique su día a estudiar aparatos reproductores masculinos (dícese del pene).

- Y cuéntame, a qué se dedica tu esposa.
- Te cobra por bajarte el pantalón y verte la vaina.
- ¡Dios santo! ¿Es una prostituta?
- No, es uróloga.

Pero si cree que este asunto llegó su punto más bizarro, imagínese viviendo una crisis matrimonial la uróloga, y que por esas cosas del desamor no intimen por tres meses. Si su pareja es una profesional abnegada y entregada a su trabajo, estamos hablando que al día debe ver entre 7 u 8 miembros fálicos ¡y ninguno es el de usted! Y claro, muy fácil es sanar una infección urinaria, pero el daño en la autoestima, ¿quién nos lo cura?

¿Me pregunto en que etapa freudiana se habrá quedado todos estos especialistas de los pies, el culo y los penes? En fin. Solo quiero que sepan que no importa las bromas que haya hecho, y que de todas manera seguiré haciendo en el futuro sobre ustedes, igual los respeto. Y si mañana ningún uñero me perfora el pie hasta la gangrena; si ninguna infección rectal me hace ver a Judas calato y si ninguna infección acaba con la firmeza de mi miembro, es única y exclusivamente porque existen hombre y mujeres como ustedes. Salud... y que el mozo traiga dos más.

julio 19, 2006

El "fulbo peruano" tiene uñero

Estaba el otro día trabajando en el impostergable corte semanal de la uñas de mis pies, tarea que por mi nada confiable puntería requiere de una concentración casi zen, que me obligaba a apelar a todo mi conocimiento sobre focalización y autocontrol, aprendido a lo largo de los años viendo a Miyagui en Karate Kid (por cierto, me enteré que hace unos meses murió. Por qué la vida es así. Por qué siempre se lleva a los verdaderos héroes y no a los falsos ídolos como Don "El Dragón" Wilson).

El asunto es que estaba a punto de entrarle por la diagonal al dedo meñique cuando decidí prender la tele, mandar al carajo la manicura bubista y ver fútbol mientras ensangrentaba mi dedo índice por un mal corte (lo que suele enfurecer a mi mamá, pero suele poner muy contenta a la podóloga).

El hecho es que cuando la pantalla empezó a brillar, pensé que estaba viendo History Channel, o algo así. La televisión emitía extrañas imágenes de tipos corriendo por todos lados en una especie de recreación de luchas tribales del paleolítico, como unos verdaderos y perfectos huevones.

Cuando me puse los lentes y me acerqué a la pantalla, a una distancia lo suficientemente peligrosa como para freír mis ojos con la radiación, me di cuenta que no era una lucha entre cavernícolas, sino un partido del Tornero Clausura del "fulbo peruano", lo que ocasionó una severa depresión y una profunda melancolía por haber hecho el salto dimensional (sin anestesia de por medio) de los impecables lujos de Zinedine Zidane a las improbables pinceladas del comisario Miñan.

A diferencia del fútbol (con su "t" al medio y su "l" correctamente colada al final"), el "fulbo" es su variante nacional, una creación milagrosa de la generación de los 90 (léase el Puma Carranza y el Churre Hinostroza). ¿Y cómo se juega? A diferencia del fútbol, en el "fulbo" el objetivo no es meter goles sino fallarlos de la manera más clamorosa posible. Tampoco se trata de patear necesariamente al arco rival, sino de meter centros hacia atrás (dícese, nuestra área) con la intención de que un jugador del equipo rival coja la pelota y nos meta gol.

Al final del cotejo (porque en el "fulbo" no existen los partidos, sino los cotejos), gana el que haya acumula más puntos por hacer las cosas peor en los últimos minutos y el que convierte, en el menor tiempo posible, una victoria segura en otra trágica derrota.

La finta también es importante, sobre todo si se hace en el área propia, sobre todo si uno no avanza ni retrocede, sobre todo si se realiza en el último minuto del partido, sobre todo si es innecesaria y mejor aun si acaba con un amague de más, con nosotros por los suelos y con el balón en los pies del rival (con las obvias consecuencias en el marcador, y la imborrable satisfacción de que nadie nos quita lo bailado).

En este deporte, en el cual ya hemos cosechado infinidad de logros, lo importante no es ganar, sino perder con la frente en alto y levantar la inmaterial copa de la "victoria moral". De esas tenemos muchas que día a día van llegando para adornar las estanterías del consuelo.

Pero tampoco se trata de perder a secas. Así como los campeonatos requieren disciplina y trabajo serio a largo plazo, en el "fulbo" las derrotas también necesitan una improvisación que requiere años de práctica y constancia. El improvisado no nace, se hace.

Otra pregunta: ¿alguien conoce a un podologo? ¿debería cortarme las uñas con cortauñas o con tijera?

julio 18, 2006

Treinta Treinta

Bueno, ya no hay futbol en la tele y en verdad no se en que perder el tiempo. Supongo que pare eso cree este blog, así que aprovecharé, aunque valgan verdades, yo se que nadie me lee. Pero en fin, escribiré igual, como si tu me estuvieras leyendo, y aprovecharé para dejar en claro algunas cosas antes que esto siga adelante. Si este es blog es una terapia post trauma por el fin del mundial ¿por qué se llama 30 30?


Bueno antes que la fama toque mi puerta (y mi mamá le diga que venga más tarde porque estoy durmiendo, y el mismo cuento le eche al Destino una hora después, que para mal de males solo toca la puerta una vez. ¿Por qué será que el Destino toca la puerta y no el timbre, o será que no puede porque Destino vive en un lugar donde la luz eléctrica no llega y entonces no conoce, el muy huevón, que debe estar verde de aburrido y de totalmente idiotizado sin poder ver sus programas favoritos de TNP y RBC. Se imaginan vivir sin radio, sin televisión, sin refrigerados, sin Internet y no poder entrar a mi blog. Eso no es vida. Por eso Destino debe tocarle la puerta a todo el mundo: el pobre debe estar de los más aburrido, aunque claro solo toca una vez nomás de puro huevón de no tener luz en su casa) y me pregunten como un loco por qué 30 30, mejor les digo ahora que soy un perfecto don nadie.

Es porque así se llamaba el caballo de Bravestar (ese dibujo animado que daban en el canal 11 de un vaquero en un medio oeste espacial, que invocaba a los animales para pelear, que tenía un caballo agesivo y canoso que hablaba, o sea 30 30, que a su vez tenía un rifle que se llamaba Sara Juana, pero que bien pudo llamarse Ponzoña (solo piensenlo bien), que era amigo de un viejo que fumaba una pipa intergaláctica y que peleaba contra un archirival que era el esqueleto de algo así como un dragón que se llamaba Estampida y era secundado por otro esquelético personaje, más flaco y chiquito, llamado Tex Tex).

Bueno el resumen, 30 30 me caía bien y por eso se llama así mi blog (y porque es uno de los pocos nombres que Blogger aun reconoce). Me pregunto si existirá
http://layfung.blogspot.com... (5 minutos después). Bueno ahora ya existe.

julio 16, 2006

Goodbye Boston

Mis calzoncillos están rotos. El elástico ha cedido y mis Boston (plomos con elástico negro y la marca bordada a relieve en blanco) ahora caen ligeros como una pluma desde mi cadera hasta mis pies sin que haya nada que pueda hacer para evitarlo. He intentado de todo, desde utilizar clips hasta mandarlos arreglar (para disgusto del sastre cuándo le dije que el primero que necesitaba una ajustadita era el que llevaba puesto).

Bueno, luego de que aquel digno profesional de hilo y alfiler me invitó a salir de su local, descubrí que ya no había marcha atrás ni solución posible. Pero también descubrí lo cruel que era la vida, sobre todo para los calzoncillos, que de ser soporte indispensable de nuestra masculinidad, terminan de contrabando entre la ropa que donamos a los damnificado del terremoto en Nazca.

Parece que el último mes ha sido tal mi negligencia con respecto a mi aspecto físico, producto de mi atención focalizada a los 22 tipos pateando el balón en la lejana Alemania, que no solo ha sido uno, sino todo el batallón el que ha sufrido el inevitable deterioro y la penosa jubilación. Si la nuestra fuera una sociedad semi nudista, seguro que calificaría como mendigo. Por supuesto que los mendigo no deben tener la cantidad de calzoncillos que yo tengo, pero seguro que el único que llevan puesto se debe parecer a todo los míos, con la salvedad (la única que me puede dignificar en este momento de miseria) del olor. Y no lo digo porque mis intimidades tengan una fragancia particularmente floral, pero al menos puedo decir orgulloso que a diario se lavan la carita con agua y con jabón.

El hecho es que, ante tremenda tragedia, decidí tomar una decisión, aquella que todo los jóvenes deben tomar en algún momento de sus vidas, aquella que define el antes y el después, la decisión que separa a los jóvenes de 23 de los hombres de 24. Si compañero del mundo, decidí comprarme yo mismo mis calzoncillos.

La impostergable tarea de renovación por lo general siempre se la he delegado a mi mamá, conocedora de mis medidas gracias a la experiencia adquirida en mi infancia, cuando me bañaba remojándome en la batea. Pero los años han pasado y es evidente que ciertas dimensiones han cambiado, lo que ya no la convierte en la persona indicada para estos menesteres.

Según lo que me dijo la vendedora del mercado, un calzoncillo Boston cuesta 11 soles, que se convierten en 77 soles si compro uno para cada día de la semana. Lastima, pero parece que esta vez me quedaré en el umbral de la hombría, no por falta de ganas sino por ausencia de presupuesto, porque claro, un hombre tendría al menos uno cuantos billetes para comprarse su propia ropa interior (porque a diferencia de los "jóvenes por siempre" como yo, los hombres hechos y derechos no usan "calzoncillos", sino "ropa interior").

Si luego de este testimonio de vida ha nacido un poco de solidaridad en sus corazones, por favor comuníquense conmigo, vía este blog, para realizar sus donaciones y así evitar que un compatriota suyo, un hermano en verdad, tenga que pedirle a su madre que cuando pase por el mercado le compre calzoncillos, porque los suyos ya no le sirven ni al ropavejero. Por si acaso ¿alguien sabe de algún lugar que este buscando una donación?

julio 12, 2006

La vida comienza hoy

Bueno se acabó el Mundial y supongo que también se me acabaron las excusas para perder el tiempo en el trabajo. Y es que los 64 partidos de Alemania 2006, desde el pitazo inicial de la inauguración hasta el último penal de la final, como que siempre me dieron la excusa para justificar mi ineficiencia laboral durante las dos horas que duraba cada partido, amén del Sanyo de 14 pulgadas que llevé a la oficina, además de las dos horas previas (por eso de la incontenible tensión propia de las esperas) y las dos horas posteriores (por eso de la euforia por el triunfo).

Pero ahora, con mi ineptitud a cuestas, y sin fútbol en el televisor para justificarla, supongo que mi jefa empezará a sospechar, y será incapaz de entender la depresión aguda post mundial (mi nueva perfecta excusa para justificar porque siempre me olvide de las tildes y las comas), por eso de que ella es mujer y no saber nada de fútbol, y por ende de la vida.

Pero si algo tengo que decir a mi favor, es que si mi jefa esta leyendo esto es mejor que sepa de una vez que este blog es solo ficción y que las increíbles similitudes entre lo que digo (que es ficción) y la vida real (que es verdad), es pura coincidencia, y que por ser mujer no significa que no te tengo en la más alta estima, y que tanta franela no tiene nada que ver con el poder que tiene para aumentarme el sueldo como para despedirme (de preferencia que suduce los primero).

Claro que si ella no esta leyendo esto, hombres del mundo, clamo por entendimiento y solidaridad frente al tremendo desconocimiento femenino que ignora las similitudes entre el fútbol y la vida, y no comprende que la vida es como una gran cancha de fútbol, en donde todos tenemos una posición, con la salvedad que algunos nacieron con el puesto comprado, mientras otros nos jugamos la titularidad en cada vaso de ron el sábado por la noche.

Bueno, se acabó el Mundial y ahora tengo que utilizar mi tiempo, mientras tanto, haciendo cualquier cosa que me permita sobrevivir hasta el siguiente pitazo inicial de cualquier torneo que me me haga olvidar el Torneo Descentralizado del Fútbol Peruano, y sus jugadores hechos a la medida perfecta de un vaso de cerveza (claro, siempre con honrosas excepciones, que si uno de estos días suman 11 llegamos al mundial).

En fin, tendré que vivir esta vida hasta el próximo partido y supongo que escribir este blog ayudará en la espera.