El "fulbo peruano" tiene uñero
Estaba el otro día trabajando en el impostergable corte semanal de la uñas de mis pies, tarea que por mi nada confiable puntería requiere de una concentración casi zen, que me obligaba a apelar a todo mi conocimiento sobre focalización y autocontrol, aprendido a lo largo de los años viendo a Miyagui en Karate Kid (por cierto, me enteré que hace unos meses murió. Por qué la vida es así. Por qué siempre se lleva a los verdaderos héroes y no a los falsos ídolos como Don "El Dragón" Wilson).

El hecho es que cuando la pantalla empezó a brillar, pensé que estaba viendo History Channel, o algo así. La televisión emitía extrañas imágenes de tipos corriendo por todos lados en una especie de recreación de luchas tribales del paleolítico, como unos verdaderos y perfectos huevones.
Cuando me puse los lentes y me acerqué a la pantalla, a una distancia lo suficientemente peligrosa como para freír mis ojos con la radiación, me di cuenta que no era una lucha entre cavernícolas, sino un partido del Tornero Clausura del "fulbo peruano", lo que ocasionó una severa depresión y una profunda melancolía por haber hecho el salto dimensional (sin anestesia de por medio) de los impecables lujos de Zinedine Zidane a las improbables pinceladas del comisario Miñan.
A diferencia del fútbol (con su "t" al medio y su "l" correctamente colada al final"), el "fulbo" es su variante nacional, una creación milagrosa de la generación de los 90 (léase el Puma Carranza y el Churre Hinostroza). ¿Y cómo se juega? A diferencia del fútbol, en el "fulbo" el objetivo no es meter goles sino fallarlos de la manera más clamorosa posible. Tampoco se trata de patear necesariamente al arco rival, sino de meter centros hacia atrás (dícese, nuestra área) con la intención de que un jugador del equipo rival coja la pelota y nos meta gol.
Al final del cotejo (porque en el "fulbo" no existen los partidos, sino los cotejos), gana el que haya acumula más puntos por hacer las cosas peor en los últimos minutos y el que convierte, en el menor tiempo posible, una victoria segura en otra trágica derrota.
La finta también es importante, sobre todo si se hace en el área propia, sobre todo si uno no avanza ni retrocede, sobre todo si se realiza en el último minuto del partido, sobre todo si es innecesaria y mejor aun si acaba con un amague de más, con nosotros por los suelos y con el balón en los pies del rival (con las obvias consecuencias en el marcador, y la imborrable satisfacción de que nadie nos quita lo bailado).
En este deporte, en el cual ya hemos cosechado infinidad de logros, lo importante no es ganar, sino perder con la frente en alto y levantar la inmaterial copa de la "victoria moral". De esas tenemos muchas que día a día van llegando para adornar las estanterías del consuelo.
Pero tampoco se trata de perder a secas. Así como los campeonatos requieren disciplina y trabajo serio a largo plazo, en el "fulbo" las derrotas también necesitan una improvisación que requiere años de práctica y constancia. El improvisado no nace, se hace.
Otra pregunta: ¿alguien conoce a un podologo? ¿debería cortarme las uñas con cortauñas o con tijera?
3 Comments:
mejor con tijera y además, creo que tienes que mejorar el pulso para q no t saques sangre, pobre Jorge eso te pasa por andar pensando en Lay Fung y en su futuro como padre de familia. Bueno yo tb preferiría pensar en Lay y su próxima aparición en el desfile militar antes que en cualquier partido de 'fulbo peruano' (valga la redundancia).
:)
Jajajajajaja, qué buena crónica!! Por eso yo no veo "fulbo"...
espera..., solo lei lo del titulo... ¿tenemos futboll?
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