Han pasado dos décadas y su sola mención sigue estremeciendo de emoción a quienes crecimos con su ejemplo. De los cientos de robots que atravesaron la TV nacional, Mazinger es el más popular, a fuerza de dos sagas y años de transmisión ininterrumpida durante la década de los 80, en donde capítulo a capítulo le daba una lección a todos los monstruos que se cruzaban en su camino.
Pero Mazinger no solo fue sinónimo de heroísmo y ciudades destruidas (salvar el mundo tiene su precio), sino que para la muchachada de antes, también fue un ícono de la seducción. Su amoríos con una fortachona robot rosa, con increíbles tetas de acero, con los años le dio sentido a afirmaciones como "estoy al fierro" y "que buen tubo", convertidas en verdaderos exclamaciones de la ebullición sexual adolescente.
Sin embargo, en los últimos tiempos ha nacido toda una corriente opositora a la filosofía del héroe de acero que tiene como máxima expresión una popular salsa cubana que postula: "mi cuerpo no está hecho de metal, mi cuerpo no está hecho de madera".
Pero para disgusto de los amigos de Castro, la admiración que sentimos por el buenote de Mazinger no tiene fecha de caducidad. Al maestro se le respeta, decimos los que crecimos viéndolo disparar sus puños-cohetes.
Mención aparte para el hombre detrás de la máquina, el gran Koji Kabuto, con sus patillas en punta y su pose de bacán. Tremendo ídolo de la chiquillada que combatía al estrambótico Dr. Infierno, con su peinado glam, y el hermafrodita Barón Ashler.
Gracias Mazinger por tanta pelea, por tanta destrucción, por tanto monstruo muerto y por tanto puñete-cohete, y no importa si Juan Pablo II vino al Perú y se paseo por la selva, el verdadero ídolo de los 80s fuiste tú.